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En muchas ocasiones he oído que la fotografía es un mero reflejo de la realidad en la que el fotógrafo se convierte en un mero notario de un momento concreto.

Considero que es una visión muy limitada y sesgada de lo que la fotografía significa y puede aportar tanto al fotógrafo como al conjunto de la sociedad.

Estaríamos confinando la finalidad de la fotografía a su aspecto documental, sin duda muy importante en facetas como el periodismo o la Naturaleza, pero que abarca mucho más.

El mero hecho de determinar que parte de la realidad reproducimos, desde dónde, cómo, en que momento, con que óptica, bajo qué luz… pueden modificar enormemente la propia realidad de algo neutro, su visión habitual, y hacerlo parecer completamente diferente.

En esto andaba yo pensando el rato largo que planté mi trípode en esta pequeña zona comercial de la ciudad de Oporto. Itentaba aprovechar el reflejo de un local sin actividad y el patrón tan sugerente del suelo. Sólo faltaba un individuo que diese un punto humano al espacio, rompiendo el patrón. Tenía que tener la ropa adecuada y en el encuadre no quería más gente.

No fue fácil. Es una zona muy concurrida (camino de la famosa Librería Lello) y es muy complicado que pase sólo una persona por el encuadre justo en la zona que lo necesitas a la velocidad adecuada.

Por si fuera poco mi trípode parece que atrae a los fotógrafos y se plantaban uno tras otro delante del mismo para hacer sus selfis… Al final tras una media hora de ejercitar la paciencia logré registrar tres o cuatro imágenes que me gustaron, esta es una de ellas.

Creo, cada vez más, que sólo fotografiamos lo que tenemos ya dentro, con independencia de la situación en la que trabajemos. En la foto identifico e intento mostrar mi mirada ante la sociedad actual. Seguro que cada uno ve algo distinto, pero para mí es una alegoría de un momento histórico dominado por la homogeneidad y en donde todas las puertas parecen estar cerradas.

Oporto

Óptica de 35 mm a f/5 durante 1/25 s. Filtro polarizador.