La niebla es un fenómeno meteorológico complicado de fotografiar. En algunas zonas es infrecuente y, en general, suele durar pocas horas. Además, si es muy densa no deja ver nada y si es muy ligera apenas se nota.

El punto justo suele encontrarse bajando o subiendo la ladera hasta encontrarla a nuestro gusto.

Este fue el caso, buscamos arriba y abajo, izquierda y derecha, y por fin encontramos un primer plano que justificara la imagen. Un joven árbol que contrasta con el tamaño de los grandes pinos y que parece estirarse de su encogimiento nocturno buscando los primeros rayos de sol de la fresca mañana.

Para evitar zonas demasiado quemadas que atrapasen el discurrir del ojo evité que saliese el sol en la imagen, ocultándolo tras los pinos más altos. Odio el burning de los sensores digitales y añoro la hermosa forma en que se quemaban las luces en la diapositiva. A ver si algún día a nuestros fabricantes les da por parar un poco en la carrera de los megapíxeles y atienden a estos problemas un poquito más.

Procesada para mantener la sensación de tonos desvaídos del momento de la toma, con algo de viñeteo para centrar la atención sobre el protagonista y un poco de contraste aplicado a las luces altas para hacerlas más visibles.

 

Isla de Madeira

Óptica de 24 mm a f/11 durante 1/250s