Una de mis costumbres es fotografiar los narcisos.

Por estas tierras gallegas son de los primeros indicadores de que la primavera está cerca. Solo las prímulas los adelantan, pero son muy optimistas y algún año incluso las hemos visto en noviembre y diciembre. Cosas de estos inviernos raros que tenemos.

Los narcisos son más serios. Esperan a los días más largos y las temperaturas más estables desde su altiva serenidad.

En España tenemos muchas especies de narcisos. Algunos poseen un suave tono amarillento y otros son vivos, densos, llamativos.

Me hace gracia recordar aquella época en que en mi cámara llevaba diapositivas. Por entonces evitaba fotografiar las flores amarillas. Eran muy complicadas de fotografiar. Exigían una exposición muy controlada para que no se quemasen las partes más claras. Además, los tonos registrados eran muy diferentes al original, solía emplear filtros para intentar conseguir un buen resultado.

Esta es una de las enormes ventajas de la fotografía digital: el enorme control que tenemos de nuestros archivos y copias.

A algunos se les hace excesivo, sin duda. Demasiadas cosas a las que tocar y muchas herramientas que no sabemos controlar.

Pero en eso consiste el camino: en ir libando aquí y allá hasta encontrarnos a gusto con la panza llena.

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Río Belelle (A Capela, A Coruña)
Trípode Leofoto LP-284C Poseidón y rótula Leofoto LH-40PCL
Objetivo macro a f/8 durante 1/200s con ISO 160
Panel led para iluminar y reflector.
Ajustes por zonas en el procesado.