Hace un par de días que regresamos de Mallorca. Iba con la idea de fotografiar algunas especies que normalmente inician su floración a finales de mes y buscar esas aguas turquesas para un trabajo que me gustaría que saliese a la luz este año.
Los viajes siempre tienen un gran componente de aventura, aunque sean al lado de casa y en tu propio país.
La primera semana en la isla fue fresquita, con algo de lluvia, pero con momentos en que esa luz del Mediterráneo te alegra el ánimo. Quizá algo más de calima de la que me gusta para el paisaje, pero con alguna puesta de sol que le sacaba los colores al polvo en suspensión. Todavía se mantenían muchas flores entre las plantaciones de almendros, con ese precioso tono rosado. Alguno de los endemismos que llevaba apuntados me esperaban con sus mejores galas.
El lunes llegó la borrasca Juliette. Nos sugirió, amablemente, que nos acercásemos a conocer la capital. No estaba el día para seguir por el monte, arriesgándonos a que nos cayera un árbol en la cabeza o a quedar aislados por la nieve.
Palma es una ciudad bonita, con un rosetón en la catedral ¡enorme! y unas ensaimadas con cabello de ángel ¡espectaculares!. También tienen alguna papelería muy maja, con gente muy atenta (Tonerclas) de la que me traje mi pluma de recuerdo de estos viajes y algún cuaderno japonés para escribir mis tonterías. No me atrevía a bajar en nuestro coche y optamos por el autobús.
Este día y el siguiente acabamos empapados a pesar de nuestros impermeables y del paraguas que, como buen gallego, me acompaña casi a todas partes. Es algo casi imprescindible para fotografiar bajo la lluvia.
La isla quedó muy mal parada con este frente y los daños fueron cuantiosos. Un apunte de lo que seguramente nos depare el futuro con más frecuencia de la que necesitamos. Hablaban que la producción de oliva y de alcornoque pueden tardar 10 años en recuperarse.
El miércoles amaneció con un azul impresionante, con algo de fresquito y con la posibilidad de subir a la Tramuntana a pisar nieve, entre olivos, algarrobos, encinas, naranjos… con el mar y los preciosos pueblos de montaña de la sierra de fondo.
Evidentemente, no llevamos equipo para ese terreno y volvimos con los pies empapados y helados… pero muy contentos de ver así ese paisaje. Un paseo realmente bonito, aunque apenas hice fotos.
Os dejo una foto de nuestro primer día en la isla, intentando componer una foto en Cala Mitjana, la del nordeste, que hay otra al sur…
La braga la usé de gorrito, pues la verdad es que no contaba con que apretase tanto el sol y me quemo demasiado pronto. Combina bien con mi trípode Leofoto Poseidón, que cada vez me gusta más.
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Cala Mitjana, Mallorca
Foto de Nabela Viñas