En un mundo obsesionado con capturar la belleza eterna, tendemos a fotografiar flores en su máximo esplendor, cuando están frescas y lozanas, exhibiendo su colorido vibrante y su fragancia embriagadora.
La foto que comparto hoy tiene por protagonista una flor que ha perdido su vitalidad y frescura. Buena parte de ella ya se ha ido volando, mostrando claramente los inevitables efectos del paso del tiempo.
Intuimos que ha intentado cumplir su tendencia a reproducirse, quizá su única misión. Ha ofrecido vida a su descendencia, pero también alimento a muchos insectos y belleza a quien pueda apreciarla.
Su estado no es un signo de fracaso o derrota, sino un testimonio de la importancia de su papel en el orden natural de las cosas.
Hemos de reflexionar sobre la importancia de valorar cada etapa, incluso aquellas en las que el esplendor se desvanece, que hemos dejado una pequeña huella en el mundo y que nuestro valor no se limita a la juventud.
Intentemos que de nuestras arrugas y de las marcas del tiempo emerjan la sabiduría y la serenidad.
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A Capela, A Coruña
105 mm mm a f/5,6 durante 1/400 s.
Trípode Leofoto LP-284C Poseidón y rótula Leofoto LH-40PCL