Este verano estuvimos de vacaciones en la isla de Madeira, un destino que hacía muchos años que deseábamos conocer pero que fuimos dejando por unos u otros motivos.
 
Esta isla contiene unos bosques increíbles de Laurisilva, un tipo de selva tropical que ocupó buena parte de nuestra vieja Europa hasta la llegada del último periodo glacial.Ya compartiré alguna imagen de esta parte del viaje.
 
Pero es también una isla con unos paisajes costeros muy hermosos, especialmente su punta sudeste, llamada Punta de San Lorenzo. Un lugar magnífico para los que también nos gusta la geología y la vulcanología.
 
El viaje fue perfecto en todo, tuvimos niebla, lluvia y sol.
 
El único día que teníamos una puesta de sol medianamente aprovechable, hicimos lo posible para aprovecharla. Si hubieramos tenido días más despejados seguro que le habríamos sacado mucho partido a las luces doradas y a las estrellas, pero a cambio pudimos centrarnos en los bosques.
 
En los viajes hay que adaptarse a la climatología, sin agobiarse por cumplir objetivos demasiado concretos. A fin de cuentas no estamos trabajando sino disfrutando de nuestra afición y la luz siempre es adecuada para algo, simplemente hay que buscar para qué.
 
Son tres tomas que conforman un HDR, intentando preservar el efecto de luz en el cielo, pero sin que parezca demasiado artificial.
 
En cualquier caso toca volver para disfrutar mucho más de esta costa tan escarpada y fotogénica…
 
Focal de 24 mm a f/9 durante 1/400, 1/125 y 1/10 s con polarizador.
Procesado por zonas para resaltar las texturas y mantener el contraste y el color controlados.
 
La he dejado algo oscurilla porque es el recuerdo que tengo de esa tarde junto con un viento fresquito que movía el trípode de lo lindo. Es la sensación de contemplar la grandeza de un paisaje que rebasa al alma humana y nos sumerge en sus propias sombras.