Hace unos meses adquirí por bajo precio una vieja pluma de los años 30 del siglo pasado. Sobre el plumín se puede “Lifetime”, la garantía que ofrecía el fabricante de por vida. Me lo pasé muy bien recuperando su lustre y rejuveneciendo sus entrañas.
 
Cuando escribo con ella no puedo dejar de preguntarme en que momento aceptamos como normal la obsolescencia programada que está esquilmando la Tierra.
 
Casi noventa años de vida, pero bastó con un poco de tinta en sus venas para que resucitara y en unos pocos segundos estaba ayudándome a fijar mis pensamientos sobre un folio. Tengo varios bolígrafos que en apenas unos meses dejarán de escribir y habrá que desechar por completo. Casi seguro que serán incinerados como último tributo a su contaminante vida.
 
El planeta no contiene recursos infinitos, algo estamos haciendo mal con esta forma de consumir.
 
Antes un joven heredaba con orgullo y satisfacción la pluma y el reloj de su abuelo o de su padre, ¿qué heredarán nuestros hijos?, ¿quedará algo para nuestros nietos?
 
Este es una reivindicación que llevamos ya muchos años repitiendo, pero que no ha calado la impermeable capa del consumismo humano. Es necesario un uso más racional de nuestro planeta, aunque sea por simple egoísmo como especie. O aprendemos a convivir con la Naturaleza o el futuro nos enseñará de forma dura y cruel.
 
Espero que esta amiga me acompañe una buena temporada y podamos celebrar su centenario con buena salud. Mientras intentaré seguir fotografiando el entorno natural que logra resistir…
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Objetivo macro de 105 mm a f/11 durante 3 s. Luz artificial de un flexo y varias cartulinas blancas y negras para dar volumen.