Cuando era joven, en plena época de fotografía química, el formato cuadrado se asociaba con cámaras de alto nivel. Cámaras como las Rollei, Mamiya o Hasselblad eran un sueño muy lejano para un jovencito de 16 años.Los costes de las películas de diapositiva de 120 eran mucho más caros que los de mi modestas 135, pero los resultados con un buen proyector eran espectaculares. Igual me animo algún día y adquiero uno de estos cuerpos para mi museo particular.
 
Es curioso como mucho tiempo después es el formato de elección de plataformas como Instagram y nuestros móviles nos permiten seleccionarlo con un simple clic.
 
La fotos cuadradas funcionan muy bien con formas geométricas, ayudan a potenciar el centro de la imagen (tan denostado por “reglas” mal entendidas), especialmente si existe algún tipo de simetría. Permite que los bordes del sujeto se puedan ubicar más cerca de los del fotograma sin parecer demasiado apretados.
 
Además, el ojo tiende a examinarlas en un patrón circular bien alejado del que adopta si la toma es horizontal o vertical .
 
En este caso fue mi elección para no restar protagonismo a la seta, la primera que vi esta temporada. Las marcadas líneas que forman los musgos creo que añaden un cierto dinamismo a la escena.
 
La zona inferior se oscureció un poco en el procesado para que sus tonos más claros no compitiesen con los de la protagonista.
 
Óptima macro de 105 mm a ¿f/8? durante 1,5 s. Difusor blanco para iluminar al sujeto.
 
P.N. Das Fragas do Eume (A Coruña)