Esta es otra “pequeña” cascada del sur de Islandia, demasiado cercana a destinos más “importantes”. Quizá por ello es fácil disfrutarla en total soledad.

Llegamos con un día despejado, en el que la niebla quería fundirse con el agua que la vió nacer. Al poco tiempo empezó a salir el sol, tímido, apenas un atisbo que aproveché para hacer unos cuantas fotos.

Las formaciones volcánicas adquirieron una gran teatralidad y volumen con esa luz tan delicada como suave. El sol fue un bien bien escaso en este viaje, pero se le sacó partido.

Son estos los momentos en los que la fotografía de paisaje pasa a ser una actividad frenética. Hemos de buscar el mejor sitio, un primer plano interesante, mirar cómo van las nubes, si habrá otro hueco… Son instantes efímeros y la suerte solo suele acompañarte cuando estás pendiente de que puede hablar contigo de repente.

En el pequeña laguna que se forma a los pies de la caída vivían algunos salmones de generoso tamaño. Todo un privilegio verlos en un entorno tan especial, lejos de la pescadería. Los estaban capturando con malla, después los volvían a dejar.

Compositiviamente, recurrí a un formato cuadrado para dirigir mejor la mirada a través de la diagonal que forma la piedra en primer plano. Incrementé el contraste del primer plano y suavicé un poco el agua para que parezca más etérea.

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16 mm a f/10 durante 1,5 s con ISO 160
Filtro polarizador. Filtro ND de 6 EV para alargar el tiempo de exposición.
Ajustes por zonas
Trípode Leofoto LP-284C Poseidón y rótula Leofoto LH-40PCL
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