Nuestra primera parada en Islandia fue en el Parque Nacional de Þingvellir. Uno de sus alicientes era pasear por su curiosa falla, que delimita las fallas tectónicas de Euroasia y America.

Lo había estudiado hace muchos años en COU, en la asignatura de geología, pero verlo en directo te obliga a meditar en todo lo que pasó en este planeta durante los miles de millones de años que lleva dando vueltas. Y lo que le quedará…

La mayor parte de los turistas iban en dirección a la cercana cascada de Öxarárfoss y pasaban sin inmutarse por delante de este pequeño salto, uno de tantos en un paseo que cautiva en cada esquina.

Sin embargo a mí me invitó a quedarme un largo rato, buscando una composición limpia de un buen fragmento del entorno, con suficiente peso en la parte inferior para equilibrar esa enorme superficie de cielo plano.

Para ello me alejé con un teleobjetivo y me apoyé en el recorrido del agua, en algunas piedras y en un sotobosque con unos preciosos tonos otoñales, bien realzados por todo el agua que nos cayó.

La lluvia es molesta para fotografiar, pero ofrece buenas oportunidades.

Después continuamos a la cascada a la que todos orientaban sus frenéticos pasos, sus móviles durante un escaso instante, llovía todavía más fuerte y la tuvimos un ratito para disfrutar en soledad.
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90 mm a f/11 durante 5 s con ISO 160.
Filtro polarizador y ND de 6 pasos.
Trípode Leofoto LP-284C Poseidón y rótula Leofoto LH-40PCL