Ayer regresamos a una bonita playa de la costa gallega. Hacía ya unos años que no bajaba la empinada pista que da acceso a la arena. Afortunadamente, a pesar del turismo que inunda casi todos los espacios, las rocas seguían acunando pequeñas pozas llenas de erizos, cangrejos, lapas, caracoles…. en casi la más completa soledad.
Me gusta repetir una y otra vez los mismos paseos, buscando un atisbo de la mejor luz que pueda inundar el paisaje. Quiero verlo físicamente como hace tiempo que ya lo veo en mi cabeza. Si es posible, también deseo retratarlo para que no se me olvide jamás y poder compartirlo.
A pesar de las expectativas que llevábamos, el sol se cubrió de nubes justo en el mejor momento y apenas pudimos hacer unas fotitos.
Pero disfrutamos tanto de la serenidad del lugar, de la compañía, de los saltos entre las rocas para llegar a tiempo, de la conversación, del viento en la cara, del olor a mar, del esfuerzo de la subida de vuelta… que creo nadie echó en falta los grandes fotones que asolan las redes sociales.
Ha sido un día bien vivido, sin duda. Intentaremos aprender de él.
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Fotografía con móvil.
La de la cámara se hizo con un 200 mm y polarizador
Trípode Leofoto LS-323C y rótula Leofoto LH-40PCL